viernes, 14 de enero de 2011

A solitary man

Me parece que Johhny Cash debió ser siempre un hombre simple, bien educado, cercano, amable... Lo cierto es que lamentablemente no tuve la oportunidad de conocerle, pero creo que si hubiese tenido la oportunidad de hacerlo, para lo cual debería haber nacido unos años antes y en Estados Unidos, al menos, me habría caído bastante bien. Y, sí, se puede pensar que esta disposición favorable mía hacía la ya desaparecida figura de Cash es bastante infundada, pero a mí me basta con escuchar una de sus canciones para creer que aquel genio del country acaba de entrar en mi habitación, guitarra en mano, y está cantándome una de sus geniales canciones en petit-comité, como si fuésemos viejos amigos. La voz de Cash me parece tan cercana, tan quebrada y, por ello, tan natural... Sobretodo en sus últimos discos el cantante parece dejarnos entrever a través de su voz algo mucho más profundo, parece dejarnos ver su carne, sus huesos, su alma, sus entrañas. Y es que su voz se quiebra todavía más y se hace más oscura, y viene de más adentro. Esto tiene, claro está, una explicación, y es que Johnny Cash grabó sus dos últimos discos, en mi opinión los más sublimes de toda su carrera, aquejado por una neumonía que ensombreció su voz de manera notable. De todo esto, lo que más me pone los pelos de punta, es la lucha, la resistencia que mostró Cash y como continúo, siempre continúo, porque quizá lo único que le da sentido a nuestras vidas es seguir, es no parar nunca, lo único que arroja un poco de luz entre tanta oscuridad es el camino, ese camino que se presenta largo y lleno de obstáculos y que todo ser humano que se precie ha de recorrer firme, sin dejarse tumbar por el viento o por el frío intenso de la noche, sin mirar atrás. Y así caminó Cash, que siguió haciendo lo que, creó, más le gustaba hacer en la vida, hasta el final y a pesar de todo, cantar. Así, los últimos discos, con American, de Johnny Cash, nos muestran una madurez y una cercanía que emocionan incluso hasta la lágrima a cualquier buen amante de la música country. Y más, emocionan más aun, cuando uno conoce la historia de los últimos días de Johnny Cash, la muerte de su esposa, June Carter, que le había acompañado siempre en lo bueno y en lo malo, en la carretera, y la grave diabetes que empezaba a engullirle. En fin, Johnny Cash, al contrario de lo que muchos hubiesen hecho, nuna se apartó de la carretera, y nos regaló otros dos grandes discos más en su cuenta, que agrandan aun más la leyenda del, para mí, rey del country norteamericano. Plagados de versiones espeluznantemente geniales, los últimos discos de Cash son de una belleza espectacular, no bonitos, bellos, puros, arena sin mácula, tan nuestros y tan suyos. Y muchas de las versiones que los conforman son sin duda mejores que los originales, para mí, claro, como, en American III, que es casualmente el disco que ahora escuchó, "One" (de U2) o "I won't back down" (de Tom Petty and the Heartbreakers). Y en fin las colobaraciones de este disco también geniales, Haggard o Petty, grandes artistas... ¡¡¡Qué grande eres Johnny Cash!!! ¡¡¡Gracias, gracias por hacernos sentir tan inmensamente con tu música, gracias por ayudarnos a seguir luchando, a seguir en el camino pase lo que pase!!! Y cierro con unas palabras que Cash escribe como introducción a American III: Solitary Man, que solo pueden ser completadas con la escucha del disco. Dicen así: "The Master of Life's been good to me. He gives good health good health now and helps me to continue doing what I love. He has given me life and joy where others saw oblivion. He has given new purposes to live for. New services to render and old wound to heal. Life and love go on. Let the music play."

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